Abeja

Controles de la abeja

domingo, 4 de noviembre de 2012



Punto final de las aventuras de Bartolo y Telma.
Muchas gracias por haberlos leído, tanto a lectores españoles como extranjeros. Un abrazo y... hasta la próxima.
Las fotos de París son de Sara.

– Alucinante París, qué espectáculo tan hermoso —Ogro admirado de veras con el contraste entre lo que acababa de ver en la India y lo que tenía ante sus ojos.

ARCO DEL TRIUNFO-Napoleón

– Sí, parece otro planeta —concluyó Hada.
Hicieron infinidad de fotos, sobre todo de los puentes sobre el Sena, de los bateau-mouches, fueron hasta los Campos Elíseos en metro y subieron a Montmartre en funicular. Saborearon crepes en los puestos callejeros y al volver de Montmartre vieron algo insólito: un viñedo allí mismo, cuidadísimo y con uvas, y la placita de los pintores y aquel ambiente tan parisino del barrio, como el café de Amelie y luego otras cosas como Le Moulin Rouge por fuera.

El Molino Rojo, París

Al día siguiente, a madrugar otra vez para regresar a Ranón, ahora sin percances. Al aterrizar, Ogro exclamó:
– Se acabó, Hada.
– Sí.
– Oye, Hada ¿dónde aprendiste a hablar francés?
– En la República Democrática del Congo. Fui varios años de cooperante. Pero ésa es otra  historia, Ogro. África es también otro mundo, sobre todo ese país, son terribles las cosas que pasan allí.
Ogro se quedó pensativo y los dos callaron. En silencio fueron a recoger sus maletas y a tomar el autobús que los llevaría de vuelta a casa. La mañana resplandecía y Ogro se sintió raro, por una parte estaba contento de volver a casa, de ver a su madre y a Rosa y a Lío, pero por otra, estaba seguro de que jamás olvidaría aquel mes en la India y que lo que había aprendido era mucho más importante que lo que les había enseñado a sus muchachos, y  había sido increíblemente feliz.

La Santa Capilla, París

– Por cierto, amigo —dijo Hada por último—  cuando hayas descansado y te parezca bien, nos reunimos para escribir una memoria de nuestra estancia como cooperantes, tengo que entregarla en mi ONG de “Hadas sin Fronteras”.
– ¡Ay, sí, Hada! Qué bien, tengo tantas cosas que contar, tanto como nos reímos y lo bien que lo pasamos y los mosquitos y las vacas sagradas ¿eh?

– No es una novela, Ogro, no es una novela —replicó Hada un poco alarmada— es contar lo que hicimos y las conclusiones que sacamos de nuestro trabajo y nuestra ayuda.
-Pues vas a tener que  hacerla tú, yo no tengo ni idea.
– La haremos entre los dos —dijo Hada— es lo justo.
– Bueno —contestó Ogro—,  como tú veas, pero no creo que yo vaya a serte de ninguna utilidad —contestó Ogro intentando escaquearse de algo que, sin saber bien por qué, le olió a bastante trabajo.

Aeropuerto de Asturias
El Madreñogiro en Ranón
Y Hada, que se encontraba a punto de dormirse de puro agotamiento, se calló, de momento, porque ya se encargaría ella de que Ogro le ayudara… más de lo que él mismo creía. En realidad tenía intención de que Ogro hiciera él solito la memoria, no sólo porque a ella la aburría mortalmente, sino porque le vendría muy bien a su amigo aprender, pero ahora mismo no era el momento de pensar en estrategias, necesitaba descansar muchas horas. Dentro de unos días ya pensaría algo. Ogro podía ir preparándose porque iba a sudar tinta, pero estaba segura de que, igual que aprendía a cocinar y a más cosas, aprendería también a escribir una memoria sin que pareciera una novela. Estaba segura, pero no era el momento de decirle nada.
Al fin llegaron a su destino y se despidieron completamente agotados.
– Hasta pronto, Ogro, ya te llamo.
– Hasta cuando quieras, Hada, qué descanses mucho y tranquilamente.
– Y tú también. Adiós.
– Adiós, Hada.
Y cada uno tomó un taxi en dirección a su casa. El viaje había terminado, y los dos se sintieron un poco extraños ante las cosas de siempre que les parecieron tan diferentes a lo que acababan de vivir. Llevaban aún la cabeza y el corazón impregnados de los olores, los sabores y los afectos de aquel país tan maravilloso y tan distinto. Hada sintió una cierta melancolía y a Ogro por su parte se le humedecieron los ojos recordando aquel mes increíble.


Vocabulario:
Cornac: cuidador y domador de elefantes que se coloca sobre su cabeza para guiarlo.

FIN