Abeja

Controles de la abeja

sábado, 14 de julio de 2012




Continuación

BARTOLO  NO  HABÍA SUBIDO NUNCA A UN AVIÓN
Ogro y Hada contestaron al saludo de las azafatas y entraron en la cabina.
—¡Hala, cuántos asientos! —exclamó Ogro entusiasmado— ¡Yo quiero ir delante!
—Tenemos que ir en los asientos que tenemos asignados en los billetes, Ogro; mira a ver cuáles son —pidió Hada.
Fueron sólo algunos minutos durante los cuales dos azafatas y un azafato les indicaron cuáles eran las medidas de emergencia y cómo tenían que usarlas, luego el avión enfiló la pista, cogió velocidad y dejó atrás el suelo para remontarse por encima de las nubes. Ogro sintió un vacío en el estómago y tragó saliva mientras se ponía rojo como un tomate a causa de la emoción y los nervios.
—Oye, Hada —preguntó cuando el avión había alcanzado su altura de crucero y no era necesario llevar los cinturones abrochados— ¿tengo que llevar puesto el cinturón siempre? Es que me aprieta mucho.
Hada comprobó el cinturón de Ogro y se dio cuenta de que lo había apretado tanto que casi no le dejaba respirar. Estaba nervioso su amigo y no había controlado la tirantez de su cinturón.
—Pero si no hace falta apretarlo así —dijo Hada.
—Bueno… para no caerme, Hada, y por si el avión se da la vuelta.
—¿Tienes miedo
—No.
—¿Seguro?
—Sí.
—Estupendo.
—¿Puedo ir ya al servicio?
—Claro, ya puedes ir —contestó Hada al ver que Ogro estaba apuradillo, seguramente por los nervios y, aunque no lo confesase, por algo de  miedo.
Ogro no tardó mucho en volver, se sentó de nuevo y se dispuso a mirar las nubes bajo ellos y la tierra lejana y ocre y un río y el cielo inmenso por encima. Al poco tiempo Hada se había dormido con la cabeza apoyada en su hombro. Debía de estar muy cansada, así que sonrió e intentó no moverse para no despertarla. Al poco rato, Hada roncaba suavemente.
Hada durmió un par de horas, pero como aún les quedaba la tira para llegar a Ammán —donde cambiarían de avión y tomarían uno de las líneas aéreas indias—, no la quiso molestar e intentó no moverse; era mejor que durmiese tranquila todo el tiempo que quisiera.
Hada por fin se despertó cuando volaban sobre Italia y frotó los ojos.
—Hola, princesa —saludó Ogro muy alegre.
—Hola —contestó Hada un poco soñolienta aún.
—Jijijijiji —Ogro reía socarronamente.
—¿Y esa risa tan tonta? —preguntó su amiga.
—¡Roncas!
—¡Anda ya!
—¡Roncas, Hada!
—No.
—Sí.
—Yo no ronco, no seas embustero —contestó Hada casi con enfado.
—Claro que sí, roncas. Y no soy un embustero —dijo Ogro muy firme.
—Pues roncaré suavecito, espero —dijo Hada con la esperanza de no haber llamado la atención de los demás viajeros.
—Sí, suavecito. Pero roncas.
—Vale, vale —y Hada se convenció de que tenía que ser verdad—, pues ronco suavecito, pero ronco. Tampoco es un crimen ¿no?
—No, no lo es sólo son ronquidos suavecitos —repuso Ogro con cierto recochineo.
Y Hada se calló, pues si seguían con aquella conversación acabaría enfadándose con su amigo, por pesado, así que aceptó que roncaba suavecito y cambió de tema.

BARTOLO Y TELMA LLEGAN AL AEROPUERTO “ALIA”, EN AMMÁN, Y ESPERAN CUATRO HORAS POR EL AVIÓN DE LÍNEAS AÉREAS INDIAS 

Como habían facturado las maletas, sólo tuvieron que hacerse cargo de su equipaje de mano, así que salieron de la zona de embarque para dirigirse al mostrador de la compañía que debía llevarlos a la India sin escalas ya. Entregaron la carta de embarque que habían sacado por Internet y les dieron la de la compañía. Fue todo muy rápido, así que se fueron a esperar a una sala de no fumadores donde los hombres fumaban igual que en la de fumadores.
Una mujer con niqab camina por la calle / REUTERS
que.es/com mujer con niqab
—¿Viste, Hada? Esas chicas llevan todas velo.
—Claro, hombre —aclaró Hada— estamos en un país musulmán y es obligatorio. Pero no es un velo, se llama, en este caso, niqab.
—Pues no está muy limpio este aeropuerto, vaya cutrez de sitio —observó Ogro que era un poco tiquismiquis con el asunto de la limpieza.
—Pues no te queda nada, majo. Toda Delhi, y toda la India están bastante sucias —repuso Hada—, te vas a hartar de ver basura y también de olerla. Huele a boñigas de vaca y a sándalo y a curry, todo mezclado, y a cosas peores. Pero eso ya te lo expliqué ¿no?
—Sí, pero una cosa es escucharlo y otra verlo —dijo Ogro tapándose la nariz con la mano.
—Pues ya te puedes ir acostumbrando. Tu preciosa naricita va a sufrir un colapso —respondió Hada mirando la nariz de Ogro que no era muy agraciada pero sí muy graciosa.
—Pssss no es para tanto. Claro que me acostumbraré —respondió Ogro muy seguro de si mismo.
—Seguro, no te va a quedar otro remedio.
Al cabo de cuatro interminables horas los llamaron para su vuelo. Se pusieron a la cola del control de embarque, los hombres en una y las mujeres en otra. Los hombres pasaban por un escáner normal, mientras las mujeres debían entrar en una cabina y eran cacheadas por funcionarias vestidas con niqab, a las que sólo se les veían los ojos y las manos con guantes blancos. La verdad es que era un poco impresionante, pero como Hada ya había ido más veces, no se extrañó.
Horas después, un montón de horas, llegaron al aeropuerto Indira Gandhi a las afueras de Delhi sin problemas, aunque con mucho retraso. En Delhi amanecía, así que habían pasado la noche durmiendo en su asiento abatible del que los pies de Ogro colgaban porque no le llegaban al suelo (se conoce que la gente en la India debe de ser más alta) y en el que, mal que bien, les habían servido una cena insípida y té.

BARTOLO Y TELMA LLEGAN AL AEROPUERTO INDIRA GANDHI DE DELHI
              

—Pues esto está muy bien, Hada —advirtió Ogro mirando a
 un lado y a otro las instalaciones del Indira Gandhi.
—Es un aeropuerto como los europeos, Ogro, no hay gran diferencia.
—Y está bastante limpio —siguió diciendo Ogro.
—Sí, esto sí —advirtió Hada—, pero ve olvidándote de la limpieza, es lo último que ves medianamente limpio.
—Bueno, estoy preparado para lo que sea —contestó Ogro como un valiente.
—Más te vale —remató Hada, no muy convencida de las afirmaciones de Ogro.
Se pusieron en la cola para salir al exterior, y se dieron cuenta de que estaban registrando a fondo todas las maletas.
—Ya no importa que me registren —dijo Ogro resignado—, ya me lo  han quitado todo en Barajas.
Enseguida llegaron unos policías vestidos de caqui y ordenaron a los indios irse a otra cola para dejar aquélla sólo para los extranjeros y agilizar así la salida, que, de todos modos, fue lentísima y se les hizo eterna.
Ogro pasó sin problemas, pero al llegar a Hada y abrir su maleta, el policía vio su varita mágica y le preguntó con la mirada qué era aquello.
—Es para trabajar —respondió Hada en un inglés bastante defectuoso.
—Excuse me —contestó el policía al ver que hablaba español, y contestándole en un español regular también— ¿paga trabajag en qué?
– Pues… —Hada quedó pensativa ¿cómo explicaba ella que era un hada de mentira, que pertenecía a la ONG “Hadas sin Fronteras” e iba a la India como cooperante?
—Pues verá, es una estrella en una vara, es para trabajar —dijo casi con un hilo de voz.
—¿Es de ogo? —inquirió el policía.
—No, mister policía, no es de oro, sólo está pintada de yellow —contestó Hada—, y es para trabajar.
—Eso ya lo dijo —siguió el policía— pego yo prregunto, ¿paga trrabagar en qué?
Entonces Hada tuvo una ocurrencia, desarmó su varita mágica, se puso la estrella en el pelo y dijo.
—La star es para adornar mi pelo y los saris que me pondré aquí, y la varita es para espantar los mosquitos.
El policía la miró un poco confuso, pero como no sabía muy bien qué era lo que Hada le estaba contando, y como ella tenía cara de no romper un plato, y como tampoco su español daba para mucho y no quería reconocerlo, le dijo:
—Egtá bien, page ugteg y welcome a nuegtrro país —dijo juntando las manos en el pecho a la manera del saludo indio.
Hada contestó de igual forma y se fue junto a Ogro que la esperaba impaciente para cambiar euros por rupias en el mismo aeropuerto, porque resultaba más barato que en los bancos.
—Jijijiji, Hada, anda que si te quitan tu herramienta de trabajo.
—No te cachondees, Ogro, no tiene gracia —dijo ella muy seria.
—Pegdón —contestó Ogro intentando imitar el mal español del policía— no la molegto mág.
Y Hada y Ogro se pusieron a reírse como locos mientras arrastraban su equipaje por la terminal y salían al exterior. Fuera, en el aparcamiento, ya estaba la furgoneta de los cooperantes que debía llevarlos a su alojamiento provisional en Delhi. Dos de ellos llegaron a saludarlos y a darles la bienvenida con largas guirnaldas de flores amarillas y anaranjadas, que les colgaron al cuello, y que a Ogro le pareció el más maravilloso saludo (le recordaron su preciosa camisa de rayas naranja y, por supuesto a Rosa, su amiga muy amiga) y también juntó sus manos como ellos y como Hada para corresponder a tanta amabilidad.

FIN








 


2 comentarios:

  1. Hasta aqui todo bien ahora falta esperar para ver que aventuras les esperan a nuestros amiguitos. Has logrado que espere impaciente la continuacion y eso que no soy una niña jajajajajajajaja.Amaliña

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    1. Bueno, primita, es un cuento escrito para niñas como tú jajaja. Y no dejes de serlo nunca, es tu mayor encanto. Un abrazo. Aurora

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